“Por encima de todo, el Evangelio debe ser proclamado por el testimonio. Tomemos a un cristiano o a un puñado de cristianos que, en el seno de su propia comunidad, manifiestan su capacidad de comprensión y de acogida, su compartir la vida y el destino con otras personas, su solidaridad con los esfuerzos de todos por todo lo que es noble y bueno. Supongamos que, además, irradian de manera totalmente sencilla e inafectada su fe en valores que van más allá de los actuales, y su esperanza en algo que no se ve y que uno no se atrevería a imaginar. A través de este testimonio sin palabras, estos cristianos suscitan preguntas irresistibles en el corazón de quienes ven cómo viven: ¿Por qué son así? ¿Por qué viven así? ¿Qué o quién les inspira? ¿Por qué están entre nosotros? Un testimonio así es ya una proclamación silenciosa de la Buena Nueva, y muy poderosa y eficaz”. Evangelii Nuntiandi, 21

La vocación -la llamada- del catequista es acompañar a otros en su camino de fe, dar testimonio, tanto con palabras como con su forma de vida, de la centralidad de Cristo en su vida y conectar a aquellos a quienes enseña con la comunidad de fe, la Iglesia.

Quien sea llamado a este ministerio será apoyado en su propio camino de fe y formado para la misión de la catequesis a través de un proceso sistemático de formación que le capacite para dar testimonio y mediar las enseñanzas de la Iglesia de manera apropiada para los diversos grupos de edad y contextos.

El equipamiento y la formación de los catequistas es uno de los principales objetivos del Instituto Emaús y el inicio del camino hacia la Certificación Básica como catequista es el primer paso para un nuevo catequista.